Le pasé el escrito a la señorita del mesón,
mi declaración de sobrevivencia:
jurando ante notario que estoy vivo
para que la municipalidad
me suelte un bono de invierno.
En mi ropa y en mis canas
ya se nota que sobrevivo,
no haría falta ningún sello
para demostrarlo.
Tal vez deban inventar un formulario nuevo:
indicar el porcentaje de vida
que todavía me queda,
cuánto de muerte tengo en reserva,
porque con este frío
me voy muriendo de a poco,
como un trámite más
en la cola del Estado.