Un relámpago abre la calle,
la belleza cruza como una flecha invisible.
El mundo respira un segundo más lento,
y la mirada tropieza con su propio abismo.
Todo se enciende en la grieta de un gesto,
en la curva mínima que desarma el silencio.
El aire se llena de espejos,
cada reflejo es una promesa,
cada promesa un riesgo que brilla.
La tentación no grita:
susurra como un río escondido,
muestra apenas la puerta entreabierta
de lo imposible.
Y el hombre, con su historia en los hombros,
descubre que el deseo
es un relámpago que parte en dos
el hormiguero del alma.
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