Un quejido lastimero se extingue en la noche,
el sueño me sofoca y no admito morir con él,
y el silencio pernocta conmigo,
sin reproche.
Mi boca besa en secreto la almohada nocturna,
de modo igual susurro tu nombre entre suspiros,
y viene luego el sollozo que alivia la pena y me inunda.
Mis lágrimas evocan querencias,
pues el olvido no tiene piedad conmigo,
ni con el amor que aún resiste,
rebelde y erguido.
Las horas son lánguidas y eternas:
es ahora cuando comienzo a desvariar dormido,
y más me aterra la pena pálida de los años inciertos.
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