Amor, que en llanto se deshoja,
la pena celosa retorna,
como espina de hielo hiriente,
a la noche desvelada,
al corazón que en sueños arde.
Cerrándose como un gemido,
extinguiéndose como sombra,
un beso furtivo yace,
envuelto en su mortaja blanca.
Con pánico lastimero llega,
a la arena de la noche,
desde mi boca acantilada,
susurrando en la oscuridad,
buscando el manantial de tus labios,
dormido en la espiga dorada,
a la antesala de tu vientre,
como un olvido en tierra amada.
Breve como ola que irrumpe,
en tu boca indómita estalla.
Vendaval sobre tu cuerpo,
a veces quieto,
como nave a la deriva,
te espía en Carampangue.
Es mi beso infinito,
agua de vertiente sonora
que enfermiza baja a tu arroyo.
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