El péndulo
marca el vuelo de las gaviotas,
hacia el
sur, donde la noche se perfuma.
Un mar
espejo extendido sobre mi pecho,
acaricio en
la frescura y la oscuridad.
Con el norte frío y el aire quieto, la tomo en mi mano fría.
Sostiene un
suspiro salado con su propia voz.
Una danza
serpenteante alrededor del mar,
amanece en
la quietud de la bahía en sortilegio.
Luz como un
hechizo en ese aire encantado.
Ella se
sienta en el viejo puerto,
se vuelve
noche púrpura otra vez.
Sin cesar,
tus ojos a mis ojos,
y el mismo
viento duerme en mí una vez más.
Como olas
que se retiran en la playa,
tus
recuerdos se desvanecen en la niebla.
El mar se
traga la noche y sus secretos,
y solo
queda el eco de tu voz en el viento.
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