Tu boca, un
rojo grito que mi beso quiso acallar,
en vano
intento negar el adiós que en él se esconde.
Lo
presiento con todos mis sentidos,
hiere el
aire como un látigo, un corte en el alma,
un dolor
que me hunde en la noche.
Dices
partir por caminos sin nombre,
y yo, hacia
lo incierto del misterio,
en esta
hora que desgarra mi pecho.
La brisa
trae tu aroma, perfume de otros días,
el eco de
tus pasos, una sentencia que me lacera.
Dejas el
vacío de tu figura en el cuarto,
y el
silencio en tus ojos me dice adiós.
Ahora me
refugio en mi interior,
a desandar en
mis recuerdos,
donde
escondo mis amores rotos,
naufragios
de la vida.
Algunos se
ahogaron en otros brazos,
otros
esperan a la deriva, a merced del destino.
Amores que
el viento trajo un día,
una mañana
los sacude la tormenta.
Son como
veleros que se pierden en el horizonte,
devorados
por el óxido en el nicho del mar.
En
cualquier esquina ciega las pupilas,
dejan en
algún abismo la mirada húmeda.
(Mi amor
rebelde. Mi corazón rojo, el que más quería,
lo arrebató
la traición de los generales)
Mis amores:
de mí, una flor reseca en sus diarios,
de ellas,
al menos un verso en mi cuaderno.
La
primavera me llama desde la ventana como una promesa,
y un pétalo gira incierto en el aire, quizás es el amor que me espera,
tal vez nunca sepa su nombre, quizás es Mucho, tal vez es Nada.
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