El sol reina
en el patio de tu casa,
y el aroma vago
en tus ojos,
el presentimiento
de violetas que espantan la neblina.
Brotan los gritos
brotan de tu alma matutina,
luminosas
certidumbres desde capullos inclinados,
van hacia las
hojas de los álamos con sereno vaivén,
rojas de
ira como la sangre robusta del orgullo que cae.
El carruajes a
merced de hirientes adoquines,
es la grieta
secreta bajo su armadura,
donde ruedan
sobre entumidas piedras coloniales,
es el ruido que
brilla en su interior como el vacío.
Yo, un personaje sobre un abismo vanidoso,
de carácter
fijo bajo una robusta luz sin fondo,
el pozo
secreto de azarosas melancolías,
y la piel
marcada por el rasgo extraño del viaje.
Flota el viento que se estremece a tu alrededor,
como manto de
seda que acaricia tu presencia en el adobe,
mueves los
ojos breves hacia la luz del patio en silencio,
clara calma
de tu cuerpo en el mar incierto dentro de mí.
Se ahoga tu
carne nórdica con leve convulsión,
cuando las estrellas
se estremecen en tu esbelto cuerpo,
bajo el
canto de la lluvia histérica, el vuelo de las hojas,
y el azote
del temporal que me suplica verte otra vez.
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