Ahora, como antes, casi nada ha cambiado,
el alba se estremece en la bahía silente,
un eco fantasmal de cañones retumba,
susurrando historias de un pasado turbulento.
Entre los cerros, la bruma se disipa,
revelando las ruinas de un fuerte abatido,
testigo silente de batallas sin fin,
donde el valor y la infamia se han confundido.
Bucaneros de la reina, con almas de rapiña,
acechaban como lobos hambrientos de fortuna,
conquistando la costa con su furia marina,
dejando un rastro de dolor y de amargura.
Las arcas vacías, un reino empobrecido,
Valparaíso, víctima de una ambición sin freno,
saqueada y ultrajada, con su espíritu abatido,
un pueblo fantasma bajo un cielo sereno.
Los ecos del pasado resuenan en la niebla,
susurrando historias de piratas y de guerra,
de heroísmo y traición, de gloria y de miseria,
un legado que la memoria no destierra.
Pero Valparaíso, ciudad resiliente,
se levanta del polvo con fuerza y con brío,
reconstruyendo su historia, su presente,
un futuro radiante que desafía el vacío.
Las olas golpean la costa con ímpetu fiero,
un canto a la libertad que rompe las cadenas,
Valparaíso renace, con un espíritu nuevo,
un faro de esperanza que nunca se serena.
Las ruinas del fuerte, un monumento al pasado,
un homenaje a los que lucharon con bravura,
un recordatorio de la lucha por la libertad,
una lección de la historia que no tiene censura.
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