Amanecieron
tus ojos junto a los míos,
creciendo
como soles y lunas en la aurora,
atados a
una quimera en danza eterna,
un eclipse
de labios que selló la memoria.
En la
ausencia de cada día te buscaba,
espejismo
distante entre trigales dorados,
huyendo y
regresando, promesa en la brisa,
hasta que
tu boca se olvidó de sus juramentos.
No se
alteró tu vida por la lágrima en pena,
polen
errante buscando tierra en tu ser,
para
sembrarla de versos y sueños.
Recogida
como ola a punto de romper,
ignorabas
abismos y lamentos del viento,
tu piel
vibraba con la brisa traviesa,
pero en el
sur naufragó mi espera,
dejando
estrías en el alma que solo conoce soledades.
A la
distancia, mi corazón golpeaba tu puerta,
temporal
caprichoso buscando refugio.
Eras el
orgullo, cisne erguido en la tormenta,
amapola que
llamaba desde la lejanía.
¿Acaso no
escuchaste el clamor del amor que te buscaba?
Quizás
nuestras cadenas, grilletes del destino,
ahogaron el
beso que anhelaban nuestros labios.
Un largo
río de lágrimas quebró la promesa,
y solo
queda el eco de un amor que se apaga.
No comments:
Post a Comment