Friday, February 09, 2024

119.- Noche en vela

 

Eras otra noche más,

con espinas de miedo en el alma,

centinelas vigilantes,

hermanas de la luna clavando sus ojos en mí.

 

Entre la escarcha y el llanto,

los ladridos y la almohada,

llegó otro sueño tuyo

desde una noria olvidada.

 

Como niebla áspera bajando por los cerros,

sentí tu aliento teñir mis ojos doloridos,

te vi recostarte sinuosa sobre mis llagas

que sufren por tu ausencia.

 

Te arropas húmeda sobre mi piel,

castigada por la sequía de tus besos,

y tus manos, dos lunas en flor encalladas en mi pelo negro,

liberaron alguna vez los brotes prisioneros en un vacío mirar.

 

Como una sombra, te vi llegar a mis ojos

entre el jardín de las estrellas.

 

Eras el aire fresco de una brisa entrañable,

aromas de plata que alguna vez creí haber perdido.

 

A veces deshojo la flor que un día me dijo adiós,

otras, mis lágrimas escondidas se cruzan con tu mirada inmutable

 o mis besos en carne buscan tu boca de cristal, siempre.

 

Quiero abrazarte con hambre,

con todo mi amor y todos mis sentidos,

con la misma sedienta agonía de las raíces

que escarban bajo tierra.

 

Mas mi lamento se ahoga en el viento

y mis ruegos se estrellan contra la piedra.

 

Me haces tanta falta, amada mía,

como un rayo de luna a la canción de los grillos,

la lluvia otoñal a los terrones secos,

el rocío cristalizado sobre los helechos glaciales.

 

Porque este amor,

escondido en lo más sideral de la tierra,

muere inevitablemente de inanición.


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