En el
espacio sucumbe su gracia cósmica,
entre
montículos de noche donde el tiempo asciende desde el este.
Auroras
delicadas y mansas, antes del primer rubor en el alba,
luz de la
noche y de la oscuridad, gemelas de cirios con ojos sutiles.
Cuando el
primer rubor toca su frente,
me embriaga
con miel, atrapado bajo sus brazos delgados.
Lucho como
el color de un monstruo,
golpeando
cada pie de la hosca línea,
entrelazada
por la luz misteriosa del firmamento.
Los astros
danzan en la noche profunda,
como
luciérnagas en un campo de sueños.
El cielo se
abre como una flor gigante,
y la luna
reina como una diosa de plata.
Un silencio
cósmico lo envuelve todo,
un misterio
que solo las estrellas comprenden.
La luz y la
oscuridad se funden en un abrazo,
y el
universo se expande en un infinito sin fin.
Las
estrellas nacen y mueren en un ciclo eterno,
como olas
que se rompen en la orilla del tiempo.
El universo
se renueva constantemente,
en una
danza de creación y destrucción sin fin.
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