Tras el llanto
que la carta engendró,
en mi pecho anidó
una lágrima en sortilegio
más la ventana
se abre hacia un nuevo umbral,
en un ámbito
donde el alma encuentra refugio.
Días de nuevas,
venturosas y aciagas,
la tuya no
encaja en ninguna de ellas,
un
presentimiento me dice que nuestro lazo
no lo cortará
adiós, ni tuyo ni mío, ni con estrellas.
Aunque se
pierdan en el aire otras cartas,
ni mi piel
recuerde el calor de tus senos,
siempre estarás
presente, como el aura,
como un susurro
en el viento, como un eco en mí pecho.
Yo seguiré
enviándote mis recuerdos,
como esas
esquelas que envío al mar en botellas,
con la esperanza
y porfía que por azar las encuentres,
y sepas que mi
amor no se ha marchita, ni se acalla.
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