Saturday, February 10, 2024

140.- Invocación a la musa

 

Atrincherado me hallo, cual ermitaño en su cueva,

de espaldas al escritorio, mi fiel escudero.

 

Sobre él, un campo de batalla de hojas en blanco,

y un lápiz, arma oxidada que exige versos francos.

 

Fantasmas de versos rondan mi mente,

una deuda pendiente desde el lunes, inclemente.

 

Pero la musa se esconde, caprichosa y veleidosa,

y solo una vaga idea encinta me acompaña, tediosa.

 

El parto se resiste, las contracciones no llegan,

la inspiración se evapora, las ideas se me niegan.

 

Un tormento de impotencia que me carcome por dentro,

como un buitre hambriento que devora mi aliento.

 

La angustia aprieta, el tiempo corre sin pausa,

y la página en blanco me mira, burlona y flaca.

 

Sueño con versos que fluyan como un río caudaloso,

pero solo un silencio sepulcral reina en mi calabozo.

 

Oh, musa caprichosa, diosa de la creación,

te imploro que despiertes de tu letargo y me brindes tu atención.

 

Dame una chispa de fuego, una ráfaga de locura,

para que nazcan los versos y se aleje la amargura.

 

En la trinchera de mi escritorio sigo atrincherado,

luchando contra la vaguedad que me tiene maniatado.

 

Un poeta en apuros, un parto que no asoma,

una batalla contra el tiempo y la página en blanco.


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