174.- Viento y trigales

 

Antes del viento en los trigales,

las aves se tiñeron de rubores traviesos,

ebrias en su vuelo singular,

apaciguaban el torbellino que lame la herida del pecho.

 

Ancho por el arenal que desemboca en el paisaje,

a golpes y persistencia desova la piedra,

con el amor nacido en la tormenta ancestral.

 

Hermosa como la nieve matutina caes sobre mis pupilas,

y tiembla el volumen de tu sombra en el granito,

como un círculo que se dibuja en la raíz del sendero.

 

A mis brazos germinas en secreto tras los arados,

cuando la edad esculpe el límite en la pared,

donde la huella se hunde en el traje del pasado.

 

Yo soy un marinero buscándote en la intemperie,

paciente y altivo como las ánimas del camino,

esperando perennes como la tierra que besa tus pies,

con el tiempo sumiso en mis manos escondidas,

para no despertar la carta que habita en el pasado,

heredera de los besos que chispea tu figura.

 

El sueño me desvela en la noche,

arrulla las hojas y canta mi canción,

me asaltan los suspiros que tus ojos me arrancan,

como ladrona en la tiniebla apareces,

agitando la última flor platónica que me queda,

escondida en mi rincón de querencias y amores.