En el confín del solsticio, un beso ardiente,
ancla tu mano a la noche que te anhela.
Mis alas, desesperadas, se enredan en tu cintura,
y un aullido en celo cruza el jardín en busca de tu aroma.
Atravieso la cabellera del volcán incandescente,
para rozar con mis dedos algunos rayos de tu silueta.
Arpegios de fuego ascienden al cielo,
y en tus labios deposito el más sublime de mis besos.
Un día cualquiera, como una huella en el camino,
tu corazón latirá al ritmo de mis venas.
Un farol se encenderá al final de la calle,
y vendrás a mí con una promesa en tu pecho.
Alza tu estatura perfumada de luces rebeldes,
esas que en septiembre derribaron mis ladrillos.
Tiemblan mis sueños encandilados,
y te vuelves al mar como olas sobre el trigo.
Llévame al fondo del océano esta noche de espuma,
déja abrazarme a tu boca dormida.
Dime que serás el viento sobre mi cuerpo,
y ámame sin recelo, como una golondrina en el regazo.
En el alba naciente, un nuevo sol se alza,
tejiendo un manto de fuego sobre el horizonte.
En tus ojos arde la llama de la pasión,
y juntos, incendiaremos el universo con nuestro amor.
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