Mis metáforas, pálidas y escuálidas,
agonizan en el teclado, cual almas inválidas.
Letras de sangre, últimas gotas de mi ser,
un réquiem por la poesía que ya no puedo ver.
El amor las ha deshidratado, sin compasión,
un desierto árido donde no florece la pasión.
Ni antibióticos de versos ni cataplasmas de besos,
nada puede revivirlas, ni siquiera los excesos.
Tus brebajes de olvido, pócimas inútiles,
no logran borrar el dolor ni las cicatrices.
Los besos sin miel, un sabor agridulce,
que solo intensifica la herida que me aturde.
Mi único consuelo, una esperanza incierta,
una lágrima en flor sobre mi última puerta.
Un poema tallado en mármol, mi epitafio final,
donde tu llanto sea el único ritual.
Mis metáforas anémicas se despiden con un guiño,
un canto fúnebre con ritmo de rock and roll, sin remilgo.
La poesía se evapora, dejando un vacío inmenso,
un silencio que solo tu lágrima podrá romper, con un
tiempo.
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