Saturday, February 10, 2024

143.- la herida que no sana

 

Golpes en la puerta,

como latidos de un mar en tempestad,

anuncian tu posible arribo, 

o tal vez, la sombra de mi soledad.

 

Ya no resisto este amor desmedido,

que trepa más alto que los volantines,

más allá del viento que los empuja,

en un cielo donde ruge el temporal,

o en las fauces del abismo donde florecen las olas.

 

Soy náufrago en la playa de la espera,

buscando un velero con tu bandera,

sufriendo los días que te alejan,

y las noches en vela que me desvelan.

 

¿Habrá una madrugada que despierte el verso,

que transforme al hombre en poeta?

 

Y digo: Mi amor habita la tierra que abraza los rosales,

o duerme en mi boca como un volcán dormido.

Pero nada basta, si te he perdido en la vastedad del tiempo.

 

Tu aroma se diluye en la bruma,

como un barco que se aleja en la niebla,

dejando en mi alma una estela de dudas,

y un vacío que la nostalgia puebla.

 

Busco tu rostro en cada esquina,

en la sonrisa de las flores que se abren,

en el canto de los pájaros que trinan,

en la brisa que acaricia mis sienes.

 

Pero solo encuentro el eco de tu voz,

un susurro que se pierde en el viento,

un fantasma que me persigue en la noche,

un espejismo que se desvanece con el tiempo.

 

Soy un náufrago sin brújula en el horizonte,

a la deriva en un mar de incertidumbre,

con el corazón palpitando a ritmo de tormenta,

y la esperanza navegando en la amargura.

 

Cada día que pasa es una batalla sin tregua,

una lucha contra la sombra de tu ausencia,

un tormento que me consume y me ciega,

una agonía que me ahoga en la impotencia.

 

Tu partida dejó una herida en mi alma,

una herida profunda que no sana,

una cicatriz que me recuerda tu calma,

y la inmensidad del vacío que me abruma.

 

Los días se arrastran como una agonía,

las noches se tornan un tormento sin fin,

y la vida se convierte en una fría melancolía,

un eco de lo que pudo haber sido y no fue.

 

Escribo tu nombre en la arena del olvido,

con la esperanza de que las olas lo borren,

y con él, la pena que me ha convertido

en un errante sin brújula, sin rumbo, sin norte.


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