Amanecer
de junio,
frío como un reloj de hielo,
marca
el inicio del día en la ciudad dormida.
La calle despierta, rugiendo con el tránsito,
autos
que lamen el asfalto como olas en un mar de prisa.
Voces metálicas resuenan en la esquina,
una
avalancha de cardumen al filo del horario.
Ciudad de contrastes, cuna de campanas y jardines,
tumba
de imágenes,
llanto de acero.
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