En la Plaza Sotomayor los bronces remotos vibran,
los héroes trascendentes de gestas heroicas,
en metal esculpido que inmortaliza a los valientes,
recompensa imperecedera para quienes posan inmortales.
Sobre pedestales del monumento, la guardia se yergue,
gallardos herederos de Iquique de estampa orgullosa,
sin embargo, en sus distantes miradas, la ausencia se
cuela,
fingen vista erguida, mientras en sus ojos la atención se
anhela.
Quizás evocan el trueno metálico en el aire,
el temblor de bronces y clarines,
la patria en llamas en el corazón que se agita,
los redobles de tambores en marcial desfile.
En mayo, sobre estas piedras, las marciales pisadas
resonaron.
¿O sueñan con el día franco que sus novias esperan?
quizás el cadete sufre por gramática,
historia naval o geometría que lo amedrenta.
Al fondo, el Muelle Prat se alza imponente,
galeón colonial de la conquista, presente,
lanchas de paseo se atracan coloridas,
las familias expectantes en la loza conmovidas.
La suave ventisca de la mañana en las banderolas,
anudadas de proa a popa sobre los mástiles,
ondulando al ritmo del viento que las controla.
A lo lejos, nada interrumpe la actividad portuaria,
las maniobras de estiba de los metálicos brazos,
un ballet mecánico de fuerza y monotonía.
No comments:
Post a Comment