Friday, February 09, 2024

122.- Palomas cansadas

 

Cansado de soledades y palomas fugaces,

de besos que laceran como látigos implacables,

mis ojos buscan la luna, la misma que te alumbra,

y en su sonrisa tenue veo la tuya escondida bajo párpados fríos.

 

Amor, solo anhelo un beso con sabor a mar profundo,

que inunde mi ser con olas de pasión sin igual.


Y cuando la tarde se bañe en el rojo manantial,

quiero tu aliento velando mis sueños, 

como un faro en la oscuridad.

 

Un beso angustiado que me consuma,

un beso de mármol grabado en mis huesos,

porque mi boca se marchita sin la sal de tu nombre,

sin la miel de tus labios que me ahogan en deseos.

 

Y tú, amor inalcanzable,

tan leve como la espuma que gime y se esfuma,

como la niebla de los helechos australes,

siempre fuera de mi alcance.

 

Eres el viento que agita las hojas otoñales,

un relámpago fugaz, 

el canto de una cigarra entre la hojarasca,

el perfume efímero de una flor de nieve nacida en primavera.

 

Siento que en mi mano caben todas las estrellas, menos la tuya.

Puedo luchar contra las tempestades, pero no contra tu apatía.

 

Ya es tarde, amor, y otra luna brilla sin ti... me voy.


Regreso como un espectro al lugar donde nací,

a los versos donde me encontraste.

 

Y cuando en ti ya no queden besos desorientados,

búscame donde la noche ruge con furia,

en los sauces que peinan los esteros,

en cada pregón que guardan las piedras de la calle,

o escucha a lo lejos una tonada de guitarra triste.

 

Allí me encontrarás,

bohemio y aguardando tu amor ausente,

con la esperanza intacta

que un día nuestros caminos se crucen

y nuestros labios se fundan en un beso eterno,

un beso con sabor a mar, a luna y a estrellas.


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