Friday, February 16, 2024

164.- Sueños y sombras

 

Las sábanas blancas te atrapan,

tu cuerpo se rinde a la canción.

Duermes, y en tu sueño me convierto en sombra,

esperando entre la penumbra tu respiración.

 

Algodones arropan las estrellas,

viento y sombras habitan la hora.

Yo quisiera ser una de ellas,

o animal en celo que tu ocaso espera,

para cubrirme en tu piel de seda.

 

Quisiera ser el silencio o el deseo,

un río desbordado que te inunda,

campanas que llenan tu corazón vacío,

bálsamo para tus penas y heridas.

 

Y tú me amarás, como yo te amo en la noche.

 

Consolaré tu secreta soledad,

te abrazaré con amplios horizontes,

con mis manos sanaré tu infancia.

Te envolveré como el humo,

y serás toda para mí en este sosiego.

 

El firmamento gira con monotonía,

luciérnagas que se buscan en la oscuridad.

Tu sueño, ahora mío, vuela un beso.

 

Importa que estás inmóvil,

amándome en la noche.

Te acaricio como la luna al río,

al son de los grillos,

entre el aroma húmedo de los arrayanes.

 

Desde el fondo de las sombras,

los lejanos arpegios se abrazan con nosotros.

Pequeñas notas marcan el preludio,

ritmo que nos llama a la danza azul.

 

Me inclino al velo melódico,

tu mano y la mía juegan con la cadencia.

 

Mis brazos de roble buscan tu cintura,

como el viento sobre los trigales,

acicalamos la alfombra.

Me enredo en tu boca,

busco armonías y compases,

para girar descalzos sobre el pentagrama.

 

Inocentes y distantes, bailamos la sonora cadencia,

estrechamos nuestros cuerpos

en consonancia con las notas imaginarias,

meciéndonos con cada verso de la balada.

 

Los tenues violines hieren el aire con melancolía,

el entonar melodioso del cantor traspasa nuestros sentidos

y evoca el romance imposible de los amantes.

 

Como suaves latidos del corazón,

las teclas del piano percuten la delicada canción de amor.

 

Te acerco más aún en la penumbra

y tu pelo enredado seduce mi cara al ritmo de aquella tonada.

 

Te mueves despacio,

y yo más me apego a ti al terminar la música que nos cautiva.

 

Pero la hora próxima es implacable,

el frío matinal exige que te deje.

 Pronto abrirás tus ojos pardos,

y en mi aciago dejarás de amarme.

 

La espesa bruma de la mañana

y el rocío que cubre los helechos,

se disipará y me llevarán consigo.

Tú despertarás con el aguacero,

y yo volveré a la fría rutina de los números.

 


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