Mis ojos, espías de la noche,
te vieron cuando tus párpados
te llevaron a paisajes efímeros que borra la mañana.
Mis dedos araron tu sombra,
y el vacío de tu ausencia tocó mi garganta.
Una lágrima náufraga de miedo
quiso hallarte a través de la niebla en las
pupilas,
y tres golpes en tu corazón dijeron silencio.
El niño que vive dentro de mí quiso llorar,
y el rugido de la ira en mis venas
crispó la piel como un puño en tu puerta.
A pesar de mí, desobediente a las estrellas,
en contra de mis presagios
y displicente a la obviedad de mi razón,
yo mismo pasaré por ti cada vez
hasta que por olvido ya no quiera verte.
Te buscaré en las calles vacías,
en los bares con humo y alcohol,
en las esquinas donde se esconden los sueños rotos.
Te buscaré en la mirada de los otros,
en el aroma de la lluvia,
en el eco de una canción que nos recuerda.
Te buscaré hasta que el tiempo me trague,
hasta que el olvido me borre la memoria,
hasta que mi corazón deje de latir.
Y entonces, tal vez, en un último suspiro,
te encontraré de nuevo.
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