Duerme en
el horizonte oscuro,
el astro
sin nombre, quieto como la muerte.
Ilumina
cada voz con sus ojos perennes,
refleja su
luz como cada flor fragante,
dejando
caer todos sus pétalos en el rayo.
Amaneció la
hora oscura en su lucha antigua,
sentada en
el gris ayuno.
Parecía en
su voz azul los ojos tuyos,
y luego
cayó la luna de metal en decadencia.
Vi en el
cálido sol su presencia de juventud,
puso su
paso suelto hacia las ventanas enredadas,
doblando su
amplio estandarte sobre la tierra,
en esta
noche, llena de una sola noche.
El silencio
se tragó la última palabra,
y el olvido
borró las huellas del pasado.
Solo queda
el astro sin nombre,
dormido en
el horizonte oscuro,
como un
enigma que nadie ha descifrado.
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