Venas que
palpitan,
sangre que
canta,
un latido que en
ti se acurruca.
Mía, tan mía,
en mi corazón
grabada,
un eco de besos
que en la rebeldía se encrudecen.
Caricias que
rozan inviernos de nostalgia,
pecado sin
perdón, penitencia sin fin.
Lágrimas
traicioneras,
sosiego que te
nombra,
piel sedienta
que te busca sin cesar.
Manos
angustiadas que sostienen tu impaciencia,
en tu casa
arrinconada,
en la esquina
silente.
Boca que te
pronuncia,
orgullo que te
defiende,
afán, porfía,
arrebato que te
enciende.
Pasos que te
dibujan,
locura que te
enreda,
delirio que te
rinde,
alborozo que te
eleva.
Denuedo que te
conquista,
simiente que te
fecunda,
aventura que te
anhela,
sollozo que te
inunda.
Mía en la
memoria,
eterna y
grabada,
como el recelo
que me atenaza.
Apego que te
abraza,
regocijo que te
aclama,
mía en fin y al
fin,
como este canto
que te llama.
Versos
susurrados desde la ventana del acantilado,
un eco de tu
nombre que el viento ha liberado.
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