Te apareces, mujer de encantos turbios,
como un puñal de nieve en la noche callada.
Era casi primavera, un tiempo de flores,
cuando en tus labios vi asomar la fragancia de besos
que anhela mi alma enamorada.
Sin aviso llegaste, abriendo mi puerta,
desatando las cerraduras oxidadas
que guardaban mi juventud dormida.
Tu presencia renovó mis años olvidados.
Pero este camino que ahora se abre,
es un presagio de dolor y de agonía,
como carnada que esconde el anzuelo de plata.
Un mordisco y perderé la vida en tu dulzura,
entre sábanas de miel y aromas de azahar.
Alma mía de mañana, sueño que enciendes mis venas,
acaricia la noche que llega en su candor.
Y como un dulce veneno, dame a beber de tu boca
la pócima que me entrega a la muerte y el amor.
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