Lloro por
los sueños mutilados,
por la flor
marchita del amor,
por las
promesas rotas en el viento,
por la
esperanza que se extinguió.
Lloro por Martina Gracia,
por la
música que ya no canta,
por mis
versos que se apagaron,
por la
alegría que se fue.
No hay consuelo que me alcance,
ni bálsamo
que cure mi herida.
Quedará para
siempre el dolor,
como un
pájaro herido en la memoria.
El altillo inconcluso,
la balada
sin terminar,
la tela
descolgada del muro,
el lecho
frío, la
casa vacía.
La puerta clausurada a la esperanza,
la cuna que
ya no mece sueños,
la
resignación como única compañía.
Ya no hay nada que hacer,
nada que
decir,
nada que
esperar.
Solo la
ilusión perdida,
la soledad
del alma,
el llanto
sin fin.
El ahogo que me aprieta el pecho,
la pena
infinita que me consume,
el sigiloso
silencio de la noche,
los eternos
desvelos,
el dolor
inclemente.
Los recuerdos que se desvanecen,
el abandono
que me desgarra,
el andar
cansino,
la mente
ausente,
la mirada
sin sentido.
Y el lamento inconsolable
que brota de mi corazón,
como un río
de lágrimas que no se seca.
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