Tu voz, un susurro en la noche,
se cuelga de mi destino,
anida en mis huesos,
un río caudaloso en mis venas.
Tu voz, marchita por la ausencia,
desea rosas que no florecen,
palomas mensajeras que no alzan vuelo,
caricias y besos que no se atreven.
Y en la ribera del Bio Bio,
una brisa profana mi desvelo,
el río invernal desborda mi pecho,
un remolino traicionero agita mi corazón.
Un grito ahogado de amor prohibido,
con el candado de oro en tu dedo nupcial,
un capricho que te llevó por aguas casuales,
a consolar tu soledad con un amor fugaz.
Igual antojo pretendió mi vida en vilo,
el destino quiso llevarme por tu cauce,
ávida de mimos, pediste conocer mis versos,
y en la tinta ausente agonizo en sortilegio.
Marcela, lluvia que parpadeas,
araucaria torrencial que me llama,
brotas en mi pecho trovador,
desenvainas mi romance dormido.
Voy como una ola sumisa,
como un condenado,
al patíbulo de tus sueños,
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